LAS MANOS DE RODIN
François-Auguste-René Rodin (París, 12 de noviembre de 1840 - Meudon, 17 de noviembre de 1917) sentía fascinación por las manos, y guardaba centenares de ellas en sus cajones; manos sueltas modeladas por él mismo en las más diversas actitudes, y manos ajenas, fragmentos de antiguas estatuas (pues además de escultor, era un apasionado coleccionista de antigüedades).
Un amigo, Sir Gerald Kelly, habla de ello: «no tiraba ni una sola... las guardaba en cajones muy planos ... que había que abrir con mucho cuidado para que quedaran enganchadas . En los cajones estaban esas pequeñas manos que tanto me gustaba mirar. Rodin me las enseñaba y escogíamos una o dos entre las mejores. Recuerdo como, con las manitas en sus manos, me decía sonriendo: "¡qué bonitas son!"».
Algunas veces las copiaba para sus esculturas, otras se las daba a alguno de sus ayudantes para que sirvieran de modelo para alguna de las obras en la que estaba trabajando, y no le preocupaba lo más mínimo repetir una mano para completar alguna de sus esculturas. Incluso en el museo hay algunas piezas curiosas como manos pegadas entre sí por las muñecas o naciendo de un pie...
François-Auguste-René Rodin (París, 12 de noviembre de 1840 - Meudon, 17 de noviembre de 1917) sentía fascinación por las manos, y guardaba centenares de ellas en sus cajones; manos sueltas modeladas por él mismo en las más diversas actitudes, y manos ajenas, fragmentos de antiguas estatuas (pues además de escultor, era un apasionado coleccionista de antigüedades).
Un amigo, Sir Gerald Kelly, habla de ello: «no tiraba ni una sola... las guardaba en cajones muy planos ... que había que abrir con mucho cuidado para que quedaran enganchadas . En los cajones estaban esas pequeñas manos que tanto me gustaba mirar. Rodin me las enseñaba y escogíamos una o dos entre las mejores. Recuerdo como, con las manitas en sus manos, me decía sonriendo: "¡qué bonitas son!"».
Algunas veces las copiaba para sus esculturas, otras se las daba a alguno de sus ayudantes para que sirvieran de modelo para alguna de las obras en la que estaba trabajando, y no le preocupaba lo más mínimo repetir una mano para completar alguna de sus esculturas. Incluso en el museo hay algunas piezas curiosas como manos pegadas entre sí por las muñecas o naciendo de un pie...
Esta es una de las esculturas más conocidas de Rodin.
Unas delicadas y estilizadas manos, esculpidas en piedra, que se abrazan
suavemente y cuyos dedos apuntan hacia el cielo (quizá de ahí deriva su
nombre). Algunos hablan de manos en actitud de oración y de la fascinación que
Rodin sentía por las catedrales francesas.
Aunque este es el punto de vista que muestran la mayoría de las fotos, lo interesante es girar alrededor y verlas desde todos los ángulos, lo que permite descubrir que son dos manos derechas idénticas, en realidad la misma en simetría especular, que inician el gesto de enlazarse.
Aunque este es el punto de vista que muestran la mayoría de las fotos, lo interesante es girar alrededor y verlas desde todos los ángulos, lo que permite descubrir que son dos manos derechas idénticas, en realidad la misma en simetría especular, que inician el gesto de enlazarse.
El adiós (1892)
Esta es la pieza más antigua de la serie, de ella
existen varias versiones, la primera es la de yeso. En ella se ven dos manos
que rozan la parte inferior del rostro de un adolescente. El nombre quizá se
refiere a que el gesto puede interpretarse como el de alguien que se lleva las
manos a la boca acusando la conmoción que le produce una despedida.
El adiós (1906)
La versión de mármol es posterior y pertenecía desde
1913 al Chrysler Museum of Art de Norfolk, que la donó al Rodin en 1960. El
gesto y el adolescente son los mismos, pero las manos están menos definidas
(con los dedos apenas esbozados), que en la anterior. Quizá porque es de
mármol, una piedra dura más difícil de trabajar que el yeso, y que resultaría
demasiado frágil si se respetara el detalle de la primera.
Esta otra escultura, realizada hacia 1910, se llama La convaleciente. El concepto es parecido: un rostro con la parte inferior cubierta por unas manos, pero en este caso el rostro es femenino, los dedos están flexionados, como encogidos, y la factura es bastante diferente, como si el rostro y las manos nacieran del bloque de piedra, que está casi sin desbastar.
Manos de amantes (1903 y 1904)
Existen dos versiones, la primera es de yeso sobre
ladrillo y es la maqueta de la definitiva, pues son casi idénticas; está muy
estropeada y tiene los dedos rotos, quizá porque era solo el boceto y quedó
abandonada en algún rincón del taller. Son de nuevo dos manos derechas, la
mayor (probablemente de hombre) abraza con delicadeza la muñeca de la otra,
mucho más pequeña y quizá de mujer.
Máscara de Camille Claudel y mano izquierda
de Pierre de Wissant ((hacia 1895)
de Pierre de Wissant ((hacia 1895)
¡Por fin una mano izquierda! Aunque esta es una pieza
de escayola de la que no existe versión posterior en piedra. Si se compara
con El adiós, el rostro se parece bastante, así que a lo mejor
resulta que el adolescente es en realidad Camille Claudel. La pieza parece un
experimento o un divertimento que no llegó a ser esculpido (Wissant era un
amigo de la pareja). Pero resulta inquietante el desmesurado tamaño de la mano
¿quizá Camille era una mujer muy, muy menuda?
De nuevo un par de manos, ahora de mármol, en una
composición que recuerda bastante a La Catedral, y de
nuevo dos manos derechas que se unen, en este caso para esconder algo entre
ellas o intercambiarse un objeto... aquí lo más extraño es que el índice de una
y el corazón de la otra se alzan hacia arriba en vez de «cerrarse» sobre «el
secreto»...
La mano del diablo
Esta escultura con un grupo confuso que emerge de la
piedra es difícil tanto de entender como de interpretar. Parecen dos o tres
torsos contorsionados que emergen de la piedra entrelazados o peleando entre
sí...
Mano saliendo de la tumba (1914)
Esta es una escultura realizada casi al final de su
vida y también muy enigmática. Sobre un catafalco de piedra yace lo que parece
ser un cadáver envuelto en un sudario. Y del centro mismo surge una mano
extendida. Las piezas que hay entre algunos de los dedos parecen simples
añadidos para contrarrestar la fragilidad de los dedos de mármol.
Hay también una mano de Rodin extrañamente retorcida, en una pose que parece de bailarina, pero que resulta inquietante... y otra que sostiene un cuerpo femenino sin cabeza, que no hizo Rodin sino un discípulo juntando dos piezas del maestro (su propia mano y una figura femenina incompleta concebida originalmente para La puerta del infierno).
Hay también una mano de Rodin extrañamente retorcida, en una pose que parece de bailarina, pero que resulta inquietante... y otra que sostiene un cuerpo femenino sin cabeza, que no hizo Rodin sino un discípulo juntando dos piezas del maestro (su propia mano y una figura femenina incompleta concebida originalmente para La puerta del infierno).
También hay otras dos piezas muy parecidas entre sí, y
realizadas en bronce, en las que aparece una mano contraída, como dominada por
la artritis. Apenas se diferencian entre sí aunque una es izquierda y otra
derecha, y a una de ellas Rodin le añadió una figura femenina de simbolismo
incierto, ¿liberación de la opresión, u ominoso dominio?
Estas últimas no están en el museo Rodin, sino que pertenecen a una colección privada norteamericana de reproducciones que fueron encargadas a mediados del siglo pasado. Se conoce como la Colección Cantor por el nombre de sus propietarios. Son bronces de menor tamaño que los originales que reproducen. Los que aparecen bajo estas líneas son también dos bronces de la Colección Cantor que copian La Catedral y una última y significativa mano, La mano de dios.
FUENTE:
http://ondina-imagenes.blogspot.com.es/