ESC MEDIA 8, PACHECO
Perez Celis
El 3 de agosto pasado apareció la noticia. Y entre ese día y el siguiente todos los diarios del país, e incluso los internacionales, incluyeron las palabras “adiós”, “emotivo”, “despedida” para referirse a la muerte del popular artista plástico Pérez Celis, ocurrida el 2 de agosto.
Recordar su vida y su obra y pensar algunos caminos para incluirlas en las prácticas escolares es el modo que elegimos ahora para homenajearlo.
Quién
Las biografías de Pérez Celis dicen que realizó su primera exposición individual en la galería La Fantasma, de la ciudad de Buenos Aires, a los dieciséis años. Es decir que antes incluso de llegar a la mayoría de edad ya tenía algo que mostrar, y –lo que es mejor aún– ya había elegido el medio para contarlo: la pintura. Dice el mito, también, que fue una de sus maestras de primaria la que descubrió su “don”, que ella se comunicó con los padres del alumno y que lo inscribieron en un curso de dibujo por correspondencia. No está claro qué parte es mito, pero sí se sabe que no nació en medio de la abundancia y que el financiamiento de su carrera como artista no fue tarea sencilla: fue vendedor de diarios, mandadero de almacén, aprendiz en una carpintería y despachante de feria, entre otras ocupaciones, antes de vivir de su arte.
Nació en San Telmo en 1939, y apenas se supo destinado a la creación artística invirtió el orden de su nombre y apellido: de Celis Pérez pasó a autopromocionarse como Pérez Celis, en un gesto que tal vez preanuncia su excentricidad y su originalidad. Según contaba él mismo, escuchando tomar lista a su maestra –que invertía, como se sigue haciendo todavía hoy, el nombre y el apellido de sus alumnos–, nació su nombre de artista. A los quince años ingresó a la Escuela de Bellas Artes Manuel Belgrano, y allí conoció a Leopoldo Presas, Líbero Badii, Juan Batlle Planas y Santiago Cogorno, sus maestros.
Por su cuenta, es decir, al margen de la escuela, estudió con Delia Sifone, que fue discípula de Emilio Pettoruti.
Su primer hijo nace en Montevideo, adonde llega casado con Sara Fernández, y donde entra en contacto con el Grupo de los Ocho, un conjunto de artistas herederos de la tradición constructivista de Torres García, integrado por Lincoln Presno, Pareja, Espósito, Pavlosvsky, Berdié, Testoni, Carlos Páez Vilaró y García Reino, grupo que también reunió a artistas no figurativos originarios del Río de la Plata que formaron parte de lo que en nuestro país se llamó Movimiento del Hombre Nuevo.
En 1961 está de vuelta en Buenos Aires, e instala su atelier en Bartolomé Mitre y Talcahuano, mientras dibuja para la agencia publicitaria Agens, de los Di Tella, y se introduce en la pintura geométrica de la mano de Le Parc, Demarco, García Rossi, Sobrino, Planck y Moyano, en un taller de La Plata y Rosario. Su hija María José nace en la Argentina, cuando Pérez Celis tiene apenas 23 años.
La estadía del artista en Buenos Aires se ve interrumpida por su primer periplo latinoamericano, tras los pasos de una transformación estética: Salta, La Paz y Lima son las ciudades de nuestro país, Bolivia y Perú que lo alojan por casi dos años, hasta que regresa en 1964 a su ciudad de origen y se instala en un taller sobre El Viejo Almacén (un reducto tanguero de San Telmo), primero; en Wenceslao Villafañe y Martín Rodríguez, en el barrio de La Boca, un año más tarde; y en la calle Antonio Zolezzi al 100 seis años después, en una casa cuya fachada pintó en contrapunto con las fachadas de color típicas de ese barrio.
En 1975, el artista viaja a México y, al tiempo, enviuda, por lo que el viaje que emprende luego por Europa, a los 36 años, lo hace solo con sus hijos. Apenas dos años más tarde vuelve a casarse, en este caso con Iris Margarita Laconich, con quien se instala en Caracas, primero, y en París, más tarde. A partir de 1983, Pérez Celis vivió alternativamente entre Buenos Aires, Nueva York y Miami, y recién se radicó nuevamente en la capital porteña luego de la muerte de su segunda esposa.
Los recorridos de su vida son extensísimos: inquieto, Pérez Celis buscó incansablemente no solo un estilo estético, sino también los lugares del mundo que lo inspiraran.
Entre los múltiples reconocimientos que recibió, en septiembre de 2004 la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires sanciona una ley mediante la cual es reconocido como Ciudadano Ilustre de su ciudad natal. En 2001, la Comisión de Cultura de la Cámara de Diputados de la Nación ya había propuesto “declarar de interés cultural la obra y trayectoria del artista plástico argentino Pérez Celis”. Antes aún, el reconocimiento había llegado desde Perú: en 1984, el gobierno de este país lo condecoró con la Orden del Sol en grado de Comendador.
Qué
Pérez Celis fue un artista igualmente virtuoso en varias disciplinas dentro de las artes plásticas. De hecho, es reconocido por sus pinturas, sus murales, sus grabados y sus esculturas, entre los muchos modos de expresión que fue probando. Las corrientes con las que se identificó y sus distintas etapas como artista tampoco fueron homogéneas, aunque su naturaleza vanguardista fue siempre una constante. Nombrar algunas de esas etapas, algunos de sus estilos y de sus obras servirá para mostrar lo prolífico y lo versátil de Pérez Celis.
En un primer momento, Pérez Celis tiene un período de pintura geométrica de influencia vasarelyana y de las variantes cinéticas. De hecho, durante sus primeros años, antes incluso de su ingreso “oficial” al terreno artístico, adopta la abstracción; y a los dieciocho años se deslumbra antes la obra del pintor húngaro Victor Vasarely. Cuando pasa por Uruguay es fuertemente influenciado por la línea constructivista, y allí adopta los preceptos artísticos del Grupo de los Ocho, que siguen la huella de Torres García. En “La pintura constructivista de Joaquín Torres García”, Fernando Ureña Rib considera que esta línea estética se define por su apropiación “de los signos”, gesto mediante el cual “los revitaliza y les da vigencia en un mundo que vive de mitos encubiertos, de falacias que se superponen unas sobre otras hasta formar una gruesa e impenetrable capa de misterios que no son más que una herencia ancestral reinventada”. Sin embargo, la pintura de Pérez Celis encuentra su momento de mayor simbolismo cuando se acerca a la latinoamericanidad: su obra se carga de un simbolismo solar a raíz de sus viajes por el continente, y así enlaza lo antiguo con lo nuevo como rasgo de una identidad regional. En la “etapa pampeana extemporal”, como él denomina a las producciones ligadas a la llanura argentina, su obra se torna compositivamente axial, con formas abstractas e importancia central del color y la luz; y en su paso por Europa, incorporará modulaciones y veladuras, transparencias y empastes, granulaciones y placas metálicas, oro y plata y materiales como el grafito, arena y virutas de madera. El acrílico llegará recién durante sus primeros viajes por Estados Unidos, en 1967; mientras que su segunda visita al país del norte, en 1983, cuando se asienta en Nueva York, consolida su etapa gestual: aporta una expresión más libre a su obra, que se nutre de energía y dinamismo gracias al uso de los colores y la composición mayormente centrada en diagonales y curvas y a la fusión de óleo y materiales como madera y tela. Un par años después, sus experiencias en Miami repercuten nuevamente sobre la obra de Pérez Celis: aparecen algunas insinuaciones figurativas y se acentúa su recurrencia a lo material. La etapa de Venezuela desplaza la horizontalidad de su obra, por lo que las verticales cobran importancia en las representaciones edilicias que realiza en este período.
En 1962, por encargo de Di Tella, Pérez Celis realiza en el barrio de Flores un mural titulado Fuerza América, sobre cinco toneladas y media de cemento, armado sobre madera, hierros y tela metálica; otro mural se destina a la metalúrgica Brousson, crea otros para la sucursal formoseña del Banco de la Nación, para la fábrica Alámbrica de Morón y para Aerolíneas Argentinas (este último en el Aeropuerto de Ezeiza). En 1994, crea una serie de murales para la Universidad de Morón: Los cuatro elementos, La fuente de la sabiduría, El libro de Morón y Universitas. Tres años más tarde, se inauguraron sus obras Ídolos y Mito y destino –en el entonces remodelado estadio de Boca Juniors–, y Camino del conocimiento, para la Universidad de Belgrano. Los murales de Pérez Celis llegan incluso a Tokio: en 1991 su obra es expuesta en la Galería Sanyo de la capital japonesa.
Se trata entonces de un artista que ha dejado su huella en innumerable cantidad de obras, desde pinturas hasta publicidades, pasando por instalaciones, retablos, esculturas y grabados, entre otros formatos. En todos los casos recurrió a distintos materiales –óleos, cajas, alambres, desechos–, para construir desde la mezcla y el fragmento: así logró ser violentamente contemporáneo, representar lo local, en plena consonancia con la cultura de los más importantes centros artísticos de Europa y Estados Unidos, los espacios desde donde emanaron las vanguardias, que fueron reutilizadas en el contexto latinoamericano, pampeano, porteño para representar la identidad regional. Esa conjunción fue la marca distintiva de Pérez Celis, quien nutrió su obra, principalmente, de las temáticas del imaginario popular porteño, como el tango/Carlos Gardel/Astor Piazzolla, el fútbol, la cruz y la Misa Criolla, el obelisco y Jorge Luis Borges, entre otros símbolos.
Los logros de Pérez Celis en este camino pueden apreciarse en la enorme cantidad de muestras que realizó en todo el país (no solo en la Ciudad de Buenos Aires, sino también en Córdoba, Mar del Plata, Resistencia, Río Negro, Rosario, Luján, La Plata, Mendoza, San Luis, Neuquén, Santa Fe y Tucumán, entre otras) y en el extranjero (Perú, México, Caracas, Francia, Estados Unidos, Colombia, Costa Rica, Chile, República Dominicana, Japón, Panamá, Guatemala, Ecuador, Uruguay, y la lista sigue).
Cómo
¿Es posible transformar un hecho entristecedor –como la muerte de uno de los principales artistas locales de todos los tiempos– en una acción positiva, constructiva y generadora? Un modo de “exorcizar” la pérdida de Pérez Celis es hacerlo ingresar en el aula, es revivirlo en la práctica docente, junto a los alumnos. Aquí, entonces, algunas posibles líneas de trabajo, que pueden fácilmente adaptarse en función de los intereses, el nivel y la edad de los estudiantes.
1. Artes plásticas de nuestro país. La obra de Pérez Celis, como se ha intentado mostar más arriba, entra en diálogo con la cultura europea y estadounidense, por un lado, y con la latinoamericana –y, en particular, la argentina, con fuerte presencia de lo pampeano y porteño–, por el otro. En este sentido, puede ser interesante que los alumnos den cuenta de estas interrelaciones en el contexto general de los artistas locales, no solamente en la obra de Pérez Celis. En este caso, la propuesta es que los alumnos recaben información sobre el modo en que los artistas argentinos contemporáneos a Pérez Celis conjugaron lo extranjero con lo local, en la búsqueda de representar la identidad regional.
Con la información recabada puede armarse una muestra en la que los alumnos presenten una obra de cada uno de los artistas estudiados. Las obras deberán seleccionarse por su calidad de representativas de la estética del artista elegido, y debe señalarse en cada caso qué elementos se toman de la cultura extranjera y cuáles aportan un sentido local.
fuente:
http://portal.educ.ar/debates/protagonistas/arte-cultura/perez-celis-quien-que-y-como.php
Su pagina oficial:
http://www.perezcelis.com/http://www.perezcelis.com/
video:
https://drive.google.com/file/d/0B-Bz0cKBwiBXQlJpeXlzcmVMSTQ/view?usp=sharing
Antonio Berni
(Rosario, Prov. de Santa Fe, 1905 - Buenos Aires, 1981)
Nace en Rosario en
1905. Comienza sus estudios en esa ciudad y en 1925 obtiene una beca
que le permite viajar a Europa y concurrir a los talleres de André
Lhote y Othon Friesz.
En París se pone en
contacto con la pintura metafísica y con el surrealismo, además de
adherir a la idea de la acción artística comprometida con la realidad
política y social. De regreso en Argentina en 1930 trabaja en pinturas y
collages surrealistas que expone en Buenos Aires en 1932.
La crisis
internacional y, particularmente la nacional, influyen en su poética
que vira hacia un realismo crítico capaz de manifestar sus
preocupaciones sociales. En 1933 toma contacto con el mexicano
Siqueiros y con el concepto del mural como arte de proyección
comunitaria. Desde entonces trabaja, a falta de muros públicos, en
composiciones de gran tamaño, que tratan a escala monumental los
conflictos de las clases populares.
Una beca de la
Comisión Nacional de Cultura le permite viajar, en 1941, por
Latinoamérica y estudiar su arte. En 1943 obtiene el Gran Premio de
Honor del Salón Nacional. En 1944 funda junto a Spilimbergo,
Castagnino, Urruchúa y Colmeiro, el primer Taller de Arte Mural, con el
que ejecuta al año siguiente la decoración de la cúpula de las Galerías
Pacífico.
En los años 50
comienza una serie dedicada a los pobladores más humildes del interior
del país, sobre todo de Chaco y Santiago del Estero, ocupándose del
fenómeno de las migraciones internas.
En 1959 retoma el collage, técnica que empleará en dos ciclos de obras cuyos protagonistas serán Juanito Laguna, el chico de la villa miseria y Ramona Montiel,
la prostituta. La elección de los materiales de deshecho se vuelve
significativamente contextual. Chapas, cartones, maderas y rezagos
industriales ambientarán las andanzas de Juanito y encajes, puntillas
de plástico o papel, molduras de mobiliario barato, predominan en las
de Ramona.
Gana el Gran Premio
Internacional de Grabado de la Bienal de Venecia en 1962. Sus grabados
también son premiados en la Bienal Internacional de Ljubljana, en la de
Cracovia y en Intergrafik de Berlín. Renueva la xilografía
introduciendo el collage y prominentes relieves
("xilo-collage-relieve"), además de realizar estampas de proporciones
desusadas.
En 1965 se organiza una retrospectiva de su obra en el Instituto Di Tella, donde presenta a los Monstruos
polimatéricos. Versiones de esta muestra recorren algunas ciudades del
interior del país, Estados Unidos y varios países de Latinoamérica. En
este año es designado Miembro Honorario de la Accademia delle Arti del
Disegno de Florencia.
A partir de 1967 trabaja en ambientaciones multimedia como Ramona en la caverna, El mundo de Ramona o La masacre de los inocentes, presentada en su retrospectiva de 1971, en el Museo de Arte Moderno de París.
En los años 70
recurre a elementos provenientes del realismo fotográfico, sin
abandonar por ello su inclinación al expresionismo. Pinturas de esta
modalidad son exhibidas en 1977, en Nueva York. Estos recursos nutren
tanto a los ensamblajes de Juanito como a los de Ramona, que, por su
parte, adquieren cada vez mayor relieve para casi transformarse en
retablos modernos. En este estilo y reflejando los cultos populares,
realiza, en 1976, la ambientación dedicada a La difunta Correa.
En 1979 es nombrado miembro de la Academia Nacional de Bellas Artes.
Con Apocalipsis y La Crucifixión
culmina en 1980 las imponentes pinturas destinadas a decorar la
Capilla del Instituto San Luis Gonzaga de Las Heras, Provincia de
Buenos Aires, instaladas allí al año siguiente.
Fallece en Buenos Aires el 13 de octubre de 1981. El 17 de noviembre se inaugura en San Martín, Provincia de Buenos Aires, el Monumento a Martín Fierro, en el que estaba trabajando.
fuente:
obras de Antonio Berni
videos vistos
https://drive.google.com/file/d/0B-Bz0cKBwiBXME4wa2NWOXloZjA/view?usp=sharing
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